En 1945 Estados Unidos cometió uno de los genocidios más atroces. El lanzamiento de dos bombas atómicas en ciudades japonesas, una en Hiroshima el 06 de agosto y otra en Nagasaki el 09 del mismo mes, matando cerca de 400 mil personas, todos civiles.
En el marco de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se vio obligado a participar directamente en el conflicto armado contra Japón, después que este país atacara el 07 de diciembre de 1941 la Base Naval de Pearl Harbor, matando por lo menos a 2 mil soldados norteamericanos. En ese entonces el presidente Franklin Delano Roosevelt, ejerciendo su tercer mandato consecutivo, aprobó y autorizó los estudios y la fabricación de la Bomba Atómica, sin embargo, no pudo observar los resultados finales ya que el 12 de abril de 1945 falleció, sucediéndole en el cargo el Vicepresidente Harry S. Truman. Todos los detalles del Proyecto Manhattan fueron develados a Truman el mismo que continuó con las investigaciones. La inversión de Estados Unidos en la operación fue de 2 mil millones de dólares.
Existen varias posturas sobre las razones que motivaron el lanzamiento de estas bombas genocidas, entre esas constan la sed de venganza por el ataque a Pearl Harbor, justificar de alguna forma la inversión millonaria en el proyecto la misma que sirvió para lograr la victoria y entre las más conservadoras, los deseos de acabar la guerra con la menor cantidad de víctimas posibles ya que, según cálculos militares norteamericanos, una invasión habría dejado un saldo de 2 millones de soldados muertos y, también se argumenta, que sirvió para lograr frenar el expansionismo soviético.
Sin embargo, las razones por más lógicas que parezcan no justifican el haber atentado contra la vida de miles de civiles inocentes, lo más paradójico es que ninguna base militar japonesa fue afectada por las bombas, es decir, Estados Unidos violó los tratados de La Haya, el mismo que prohíbe bombardear ciudades así haya objetivos militares en el perímetro.
La onda expansiva de las bombas atómicas tuvo un radio de alcance de 3 kilómetros, en este perímetro, en pocos segundos, ambas ciudades quedaron devastadas, todo se destruyó y se carbonizó, además, los daños colaterales hasta hoy son visibles, 64 años después del bombardeo nuclear existen personas con enfermedades y problemas físicos que vienen determinados por los efectos radiactivos.
De igual forma, los miles de militares, médicos y voluntarios que asistieron al sitio del bombardeo a socorrer a las víctimas también fallecieron, luego de varios años, a causa de enfermedades como el cáncer de pulmón por efectos de la radiactividad.
Estados Unidos nunca se disculpó por este genocidio, aduciendo que de igual forma Japón nunca se disculpó por el ataque a Pearl Harbor. Además, los norteamericanos justifican el ataque ya que, según ellos, los japoneses nunca se habrían rendido, apoyan este argumento señalando que sólo cuando se hicieron estallar las dos bombas el emperador Hirohito aceptó la derrota y se rindió.
Los festejos por la victoria no se hicieron esperar en las diferentes ciudades de Estados Unidos y los medios de comunicación exclamaban: “Damos gracias a Dios por haberle dado a América la bomba atómica, porque ¿quién sabe cómo la hubiera usado otra nación?
El absurdo, el odio político y la obnubilación perturban el ánimo y el espíritu de la cordura convirtiendo al hombre en una letal máquina de guerra. Esta es otra página de la historia que esperamos no se vuelva a repetir nunca más.
Un minuto de silencio por todos los muertos en esta cruenta Guerra.